Dentro español de Lluís Altés
Probablemente todos hemos escuchado que “Si no está roto, no lo arregles” (“Si no está roto, no lo arregles”). A Bert Lance, miembro del gabinete de Jimmy Carter, se le atribuye el mérito de popularizarlo en 1977. Algunos incluso dicen que se ha convertido en una inspiración para los anti-activistas, esas personas que no creen en nada mejor. Lo hacen y no se dan cuenta de lo difícil que es evolucionar.
Nadie duda de que covid-19 ha impulsado la transformación digital. Muchas consultoras y empresas de análisis han estudiado por lo que pasamos en 2020 y han llegado a la misma conclusión: que la pandemia ha sido un acelerador brutal. Por ejemplo, McKinsey estima que hemos avanzado cinco años en la adopción digital por parte de consumidores y empresas en ocho semanas. IDC nos dice que logramos el equivalente a dos años de transformación digital de TI en 2 meses. Dado que llevamos mucho tiempo hablando de transformación digital, a nadie debería extrañar que muchas empresas se hayan estado preparando para este viaje durante años, o que COVID-19 les haya dado el empujón definitivo para hacer realidad sus planes.
Como dijo recientemente Brian Solis sobre el darwinismo digital: “Para que las empresas se adapten y prosperen, deben adoptar un enfoque de transformación más profundo y humanista”. Más que nunca, es la capacidad de las organizaciones para reinventarse lo que determinará su competitividad. El cambio puede ser difícil y la transformación puede ser abrumadora, pero la pandemia nos ha recordado que no hacer nada no es una opción.